La madre de Marco

30 mayo 2007

En pompeta

Lo tenía que contar. Nos han suplicado que no lo difundamos, pero ni amenazado por un comando nazi podría reprimirme. El escenario: martes, 9.00 de la mañana, cara de sueño, 15 alumnos de un máster en una minúscula habitación del edificio de una institución muy señoreada. Aparece una profesora guapita, delgadita, repija, con bolso de marca, traje de chaqueta y cara de Legionaria de Cristo Rey, esa especie de club selecto que engrosan Acebes y compañía; lo mejor de cada casa, vamos.

Doña Marta se presenta: trabajadora de la empresa pública X, especializada en Z y dispuesta a impartir un temario sobre Patentes, Marcas y Propiedad Intelectual. "Vale, pues me alegro", pensamos. Enciende su portátil, conecta el cañón (un invento del maligno, porque funciona faltal, que proyecta el contenido del ordenador sobre una pantalla gigante). Se gira hacia nosotros, pulsa un botón y... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡tachán!!!!!!!! Sobre la pantalla aparece la susodicha, inmortalizada en una erótica fotografía: desnuda, a cuatro patas, sobre una cama, con las perolas desafiando la ley de la gravedad, el culo en pompa (incluida la marca de haber tomado el sol en tanga) y una cara de "aquí me las den todas". Eclipse de sol, de luna y de bombillas.

Desconcertada al ver nuestros caretos (que debían de ser de aúpa), la señorita se gira y comprueba que, quién sabe por qué motivo, en la pantalla no aparece el temario, ni una puñetera mención a las patentes, sino su grácil cuerpecito al más puro estilo Marilyn, en homenaje a 30 años de Interviú, como una postal de sex-shop, rindiendo tributo al voyerismo más intrincado. Se quiso morir, disimuló, se le encendieron los pómulos, tapó el objetivo, nos mandó al pasillo, rectificó, se preguntó en voz alta "qué hace esto aquí", se corrigió a sí misma ante tan absurda pregunta, sudó, tartamudeó, se alisó el pelo, logró desactivar el computer y... como si tal cosa, con total naturalidad, deslizó un: "Bueno, ya tenéis una anécdota. Vamos a empezar el temario...".

Pues no, Marta. Has sido el comentario malévolo de 200 estudiantes de esa señoreada institución durante la última semana y media. Has alegrado el fiestorro en la boda de dos grandes amigos malagueños (le conté la anécdota hasta al cura...). Te has colado en el anecdotario popular porque, hija mía, por todos los dioses que pueblan el Olimpo: ¿¿¿¿a quién gaitas se le ocurre dejar tus fotos en bolas, en pompeta (como diría mi amigo Antonio, el mayor filósofo urbano que conozco), en pose tan extremadamente lidivinosa, en el escritorio del portátil??? Con lo traicioneras que son esas cosas...

Ahora te veo con otros ojos. No me hables de patentes, ni de marcas... Marta, lo que deberías patentar es la sombra del tanga.

21 mayo 2007

Pecado, bendito pecado

Pecado: me gusta el fútbol. Asumo que no es políticamente correcto en estos tiempos que corren, pero no puedo evitarlo, me fluye por las venas. No insulto a los rivales, no agredo a contrarios en las gradas, no escupo al vecino, ni siquiera discuto con el compañero de mesa. Soy un simple aficionado, no sé si modélico, pero pesa sobre mí el estigma del tópico, indeleble, que martillea los oídos de todo seguidor de esta supuesta secta balompédica: eres un bestia iletrado.

Minuto 91 de un encuentro decisivo para la resolución del título de Liga. Roberto Carlos taladra la portería del Recreativo (2-3) y uno, que acumula mofas y sinsabores desde septiembre por una temporada aciaga, canta gol. Una compañera me escruta de arriba a abajo y me dedica un "Eres como los demás, te gusta el fútbol". Atónito, respondo que sí, que también le gustaba a Ortega y Gasset, que era un poco más inteligente que yo. Ella vuelve a lo suyo. Cinco minutos después se enzarza con otra compañera en una interesanttttíiiiiiisima conversación que seguro decidirá el devenir de este siglo: ¿es justo que lapiden a Isabel Pantoja? Animalita.

Me gusta el fútbol, sí. Me encanta. Tanto como otras 814 cosas que dan sustancia a mi vida. ¿Un borrico? Quizás, aunque no logro entender por qué si me emociono con el fado curvo de Coimbra de Amalia Rodrigues puedo ser etiquetado como un sujeto culto y, en las antípodas, si me ven derramar una lágrima al rememorar el gol de Zidane en Glasgow, elevado a la categoría de arte, bajo a las catacumbas de la alienación. Pecado, bendito pecado.

17 mayo 2007

Ruedecitas (a contracorriente)


Este finde me he perdido por los canales de Amsterdam. Y cuando digo perdido abarco toda la amplitud de la palabra: pues sí, todo lo que rumorean sobre el descoque generalizado de esa ciudad es cierto, con sus escaparates rojitos, los ojitos rojitos que se te ponen con ciertas hierbecillas y el rojo de Amstel, sacrosanta fábrica de zumo de levadura (aunque allí la cerveza patria, por lógica, sea la del imperio Heineken).

Era una despedida de soltero de un buen amigo. Pero.... ohhhh.... no pienso contar detalles. El secreto del sumario pesa sobre mí. Este humilde post sólo trata de recrear una de mis 229 absurdas obsesiones (creo que ésta es la 127 y mi cerebro me la devolvió en forma de cabreo mientras esperaba en el aeropuerto el avión de vuelta a casa). A ver, inventores del mundo, ¿por qué gaitas han tardado ustedes tanto en inventar la maleta con ruedas? Pero si era más sencillo que un bocadillo de Nocilla: coge usted una maleta y le pone cuatro ruedas. No hay más complicación, no hay operación más compleja, no hay que inscribirse en un máster en Salamanca, ni cursar una asignatura en Oxford...

Y allí estaba yo, en plena capital holandesa, mosqueado con la humanidad. El pobre Pablo, al que envidio enormemente (le despiden, le indemnizan con 15.000 euros y la misma empresa le vuelve a contratar tres meses después de tostarse tranquilamente en la playa con un sueldo muy superior al que tenía antes. ¿No es para fustigarlo?), me mira y me pregunta que por qué gasto esa cara de boniato. "Nada, nada". ¿Qué coño nada? Yo he estudiado ¡¡¡cinco años!!! arrastrando bolsas de viaje sin ruedas, una quimera en aquella época prehistórica. Y me he reventado los hombros, víctima de tan crueles bultos... ¿Por qué, por qué, por qué han tardado tanto en invadir el mercado con sus puñeteras ruedecitas?

Voy contracorriente: hago la mili, desaparece la mili; paso de los 25, se inventan descuentos para los menores de 25; rubrico mi segunda hipoteca, al Euríbor le da por escalar... ¿Por queeeeeé?

P. D. Epílogo a tanta desazón: ¿cuándo narices van a patentar el tostador transparente?