La madre de Marco

27 marzo 2007

Tremendo, tremendo, tremendo

Alucinado, reconozco que esta noche no duermo. El presidente del Gobierno, frente a cien anónimos disparando fuego cruzado (a favor y en contra). El buen hombre sortea las preguntas-trampa de ETA, Otegi, la inmigración, la Ley de Igualdad... Aprobado con nota. Pero llega el señor mayor, el abuelito de toda sacrosanta casa típica española, y se descuelga con un "¿Sabe usted cuánto cuesta un café?". Y el inquilino de La Moncloa, tan aseadito, tan peinadito, tan Bambi, contesta "Sí, claro, 80 céntimos". Hala, majete, apaga y vámonos.

15 marzo 2007

Esto de la soltería (¡cáspita!)


Soy un soltero empedernido. Profesional. Vamos, que que no sé si es imposición divina o devoción mariana. Resumiendo: me huyen las mujeres. Pero últimamente lo que me preocupa no es envejecer solito, ni nada por el estilo. Simplemente me escuece el bolsillo. He echado cuentas: pago la hipoteca solito, la gasolina solito, el agua solito, la luz solito. Jor. Parece una tontería, ¿pero habéis mirado con detenimiento alguna vez la factura del agua? De los hermosos 46 euros que pagué hace poco, ¡sólo 5 eran por consumo real! Los restantes 41 respondían a "mantenimiento de la red", "alquiler del contador", "impuestos de recogida de basuras". Y el solterito deduce: esos 41 euros me los cobran igual a mí que al vecino que tiene cinco hijos. Conclusión: ser solterito atenta contra el bolsillo.
¿Tener perra desgravará a Hacienda? Hala, hoy estoy vago. No escribo más.

02 marzo 2007

Lo más simple



En este casi mes de ausencia (tenía plantas que regar, una perra a la que educar, una familia a la que atender embutido en mi papel de digno anfitrión...) se me han ido dos desconocidos. Desayuna uno rastreando hojas de periódicos y se topa con la sección de Obituarios, una de las escasas que escapan a la bronca política (más que nada porque Acebes y compañía tendrían difícil negar que el muerto ha pasado a mejor vida, aunque siempre queda el rescoldo de establecer conexiones con el ácido bórico, y tal...). Y en ese recuadro fúnebre me informan de que, con un invervalo de apenas dos días, le han colocado un traje de pino a los insignes inventores del futbolín y del mando a distancia. Ayyy, se nos van los mejores (mi abuela dixit).

Leí sus nombres, pero reconozco que no los recuerdo, más que nada porque en mi vida los había escuchado. Me sé de carrerilla, en cambio, la identidad del inventor de la apología del fascismo (Arnaldo Otegi), del inventor de los gallos bucales asilvestrados (entiéndase David Bisbal) y de la inventora del mangazo (abran aquí un abanico que se extienda desde Massiel hasta Ana Obregón, pasando por Marujita Díaz). Triste.

Sólo pido un céntimo de euro por cada futbolín que puebla la geografía cervecera de este sacrosanto país. Y otro por cada mando a distancia golpeado por dedos regordetes en salas de estar (en mi salón hay cuatro, perfectamentes alineados en vertical, como balas catódicas). Amasaría la fortuna de Onassis. Y de estos dos pobres fiambres, sin embargo, no se va a acordar ni la funeraria que les ha dado pasaporte. El último, que apague la luz.