La madre de Marco

25 febrero 2008

Mi empresa


Mi empresa es guay. Es líder del sector en su comunidad autónoma. Mi empresa mola. Yo soy guay, y molo. Y como molo tanto, mi empresa concluyó hace tiempo que debía reservarme un lugar de importancia en su organigrama. Me ha cambiado de sección, porque eso "es bueno para mí y para la empresa". Porque mi empresa es chachi. ¿Lo había mencionado ya? Ahora tengo unos horarios más duros, trabajo más y he subido algún escalón en el grado de responsabilidad que me veo obligado a soportar. Mola. Pero hay más: como mi empresa (que es guay) no sabe qué hacer con mi jefe directo, del que me ha llegado a confesar que "organiza tan mal como habla" (sí, se atasca un poco y balbucea), me ha encomendado tareas propias de la Stasi comunista. ¡Chachi! Tengo que vigilarle y enmendar los patinazos que pega, pero sin menospreciarle, no vaya a ser que se sienta herido en lo más hondo de su ética profesional.
Mi empresa es guay. Mola. Es chachi. Mi empresa cree que le debería estar eternamente agradecido, que debería besar las baldosas por las que camina el presidente del consejo de administración. Y está convencida de ello porque, a cambio de mi esfuerzo, me ha recompensado con una subida salarial de 0,0 euros. Mola. Chachi. Guay.