La madre de Marco

30 enero 2006

Mis manías

A petición de Carlitos Sublime, y para acabar de una vez con el letargo de semanas que arrastra este blog, procedo a desnudar cinco de mis 297 manías personales. Ahí va eso.
1. Los cojines. No concibo sentarme frente al televisor o acomodarme en un sillón a charlar con alguien si mis sacrosantas posaderas, mi espalda y mis piernas no están acolchadas con unos cuantos cojines. Una manía heredada de cuando, en mi vigesimocuarta reencarnación, era un sultán en tierras lejanas.
2. En la mesa. No soporto que alguien empiece a comer a mi lado mientras quedan sillas aún por ocupar. Vamos, que hasta que no estemos todos, que a nadie se le ocurra coger el tenedor. Y hay más: odio los manteles arrugados y los cubiertos mojados.
3. Los colores. Para eso también soy pelín especial. Un ejemplo: nunca tendría un sofá negro, ni se me ocurriría comprarme un coche blanco (los considero insípidos. Sorry, Chema), ni ponerme un jersey amarillo. Cada cosa tiene su tono especial.
4. El reloj y el calendario. Soy un poco esclavo del tiempo. Aunque esté de descanso, aunque saboree las vacaciones. Cuando salgo de casa, me cuadriculo: a las 18.15 en el centro, a las 19.00 en la cafetería, a las 23.30 en casa. Soy flexible (vamos, que si no lo cumplo me importa un pimiento, pero esa planificación preside mi día a día). Y con el calendario, más de lo mismo: antes del viernes, tengo que tener hecho tal y cual. Antes de marzo, me quito de encima lo otro. Yo debería dar las campanadas de Nochevieja...
5. El pobre yogur. Algo que desespera a mi santa madre. Cuando termino de comerme un yogur, lo despellejo hasta que el pobre muere desmembrado. Dicho de otra forma, que le quito el papel hasta dejarlo en el plastiquillo del envase. No sé por qué lo hago, ni a qué obedece.
Pues ahí queda eso. Lo de la lana y los dientes, mejor para otro día. Los que conocen esa debilidad, me torturan de vez en cuando. Sí, sois incorregibles.