En pompeta
Lo tenía que contar. Nos han suplicado que no lo difundamos, pero ni amenazado por un comando nazi podría reprimirme. El escenario: martes, 9.00 de la mañana, cara de sueño, 15 alumnos de un máster en una minúscula habitación del edificio de una institución muy señoreada. Aparece una profesora guapita, delgadita, repija, con bolso de marca, traje de chaqueta y cara de Legionaria de Cristo Rey, esa especie de club selecto que engrosan Acebes y compañía; lo mejor de cada casa, vamos.
Doña Marta se presenta: trabajadora de la empresa pública X, especializada en Z y dispuesta a impartir un temario sobre Patentes, Marcas y Propiedad Intelectual. "Vale, pues me alegro", pensamos. Enciende su portátil, conecta el cañón (un invento del maligno, porque funciona faltal, que proyecta el contenido del ordenador sobre una pantalla gigante). Se gira hacia nosotros, pulsa un botón y... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡tachán!!!!!!!! Sobre la pantalla aparece la susodicha, inmortalizada en una erótica fotografía: desnuda, a cuatro patas, sobre una cama, con las perolas desafiando la ley de la gravedad, el culo en pompa (incluida la marca de haber tomado el sol en tanga) y una cara de "aquí me las den todas". Eclipse de sol, de luna y de bombillas.
Desconcertada al ver nuestros caretos (que debían de ser de aúpa), la señorita se gira y comprueba que, quién sabe por qué motivo, en la pantalla no aparece el temario, ni una puñetera mención a las patentes, sino su grácil cuerpecito al más puro estilo Marilyn, en homenaje a 30 años de Interviú, como una postal de sex-shop, rindiendo tributo al voyerismo más intrincado. Se quiso morir, disimuló, se le encendieron los pómulos, tapó el objetivo, nos mandó al pasillo, rectificó, se preguntó en voz alta "qué hace esto aquí", se corrigió a sí misma ante tan absurda pregunta, sudó, tartamudeó, se alisó el pelo, logró desactivar el computer y... como si tal cosa, con total naturalidad, deslizó un: "Bueno, ya tenéis una anécdota. Vamos a empezar el temario...".
Pues no, Marta. Has sido el comentario malévolo de 200 estudiantes de esa señoreada institución durante la última semana y media. Has alegrado el fiestorro en la boda de dos grandes amigos malagueños (le conté la anécdota hasta al cura...). Te has colado en el anecdotario popular porque, hija mía, por todos los dioses que pueblan el Olimpo: ¿¿¿¿a quién gaitas se le ocurre dejar tus fotos en bolas, en pompeta (como diría mi amigo Antonio, el mayor filósofo urbano que conozco), en pose tan extremadamente lidivinosa, en el escritorio del portátil??? Con lo traicioneras que son esas cosas...
Ahora te veo con otros ojos. No me hables de patentes, ni de marcas... Marta, lo que deberías patentar es la sombra del tanga.
Doña Marta se presenta: trabajadora de la empresa pública X, especializada en Z y dispuesta a impartir un temario sobre Patentes, Marcas y Propiedad Intelectual. "Vale, pues me alegro", pensamos. Enciende su portátil, conecta el cañón (un invento del maligno, porque funciona faltal, que proyecta el contenido del ordenador sobre una pantalla gigante). Se gira hacia nosotros, pulsa un botón y... ¡¡¡¡¡¡¡¡¡tachán!!!!!!!! Sobre la pantalla aparece la susodicha, inmortalizada en una erótica fotografía: desnuda, a cuatro patas, sobre una cama, con las perolas desafiando la ley de la gravedad, el culo en pompa (incluida la marca de haber tomado el sol en tanga) y una cara de "aquí me las den todas". Eclipse de sol, de luna y de bombillas.
Desconcertada al ver nuestros caretos (que debían de ser de aúpa), la señorita se gira y comprueba que, quién sabe por qué motivo, en la pantalla no aparece el temario, ni una puñetera mención a las patentes, sino su grácil cuerpecito al más puro estilo Marilyn, en homenaje a 30 años de Interviú, como una postal de sex-shop, rindiendo tributo al voyerismo más intrincado. Se quiso morir, disimuló, se le encendieron los pómulos, tapó el objetivo, nos mandó al pasillo, rectificó, se preguntó en voz alta "qué hace esto aquí", se corrigió a sí misma ante tan absurda pregunta, sudó, tartamudeó, se alisó el pelo, logró desactivar el computer y... como si tal cosa, con total naturalidad, deslizó un: "Bueno, ya tenéis una anécdota. Vamos a empezar el temario...".
Pues no, Marta. Has sido el comentario malévolo de 200 estudiantes de esa señoreada institución durante la última semana y media. Has alegrado el fiestorro en la boda de dos grandes amigos malagueños (le conté la anécdota hasta al cura...). Te has colado en el anecdotario popular porque, hija mía, por todos los dioses que pueblan el Olimpo: ¿¿¿¿a quién gaitas se le ocurre dejar tus fotos en bolas, en pompeta (como diría mi amigo Antonio, el mayor filósofo urbano que conozco), en pose tan extremadamente lidivinosa, en el escritorio del portátil??? Con lo traicioneras que son esas cosas...
Ahora te veo con otros ojos. No me hables de patentes, ni de marcas... Marta, lo que deberías patentar es la sombra del tanga.