La madre de Marco

23 octubre 2007

Deuda pendiente

Mi abuelo estaba convencido de que yo había desembarcado en este mundo para escribir un libro. No tenía preferencias sobre el tema, el escenario ni los personajes. Lo importante, decía, es atrapar una idea y ponerle dos tapas. Me sobrevaloraba, como el 99,9 por ciento de quienes intuyen en sus nietos una prolongación mágica de los hijos.

Mi abuelo se fue hace nueve días. Como rebosaba carácter, se inventó un regate, esta vez a la muerte, porque no tenía paciencia para esperar sentado a ninguna figura siniestra y encapuchada blandiendo guadaña. No reparó en los demás, en la fotografía sin marco que estaba a punto de dibujar. Desapareció, sin más, sin menos. Era demasiado orgulloso para dejarse vencer por el cáncer, el dolor, la frustración, la postración, la sumisión. Ha ganado su batalla, y le reconozco su valor, aun a costa de dejarme en el bando de los vencidos. Cuestión de tiempo.

No tenía una idea preconcebida de los suicidios. Tampoco he conseguido moldearla ahora. Ya no está. El resto es circunstancial. A cambio contraigo una deuda: tengo que escribir un libro. Sin escenario predefinido. Creo que se lo debo.

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